Hoy voy a hacer un post homenaje, de esos que tocan la fibra sensible. Y es que tendremos que dar el último adiós a una de las plataformas que ha formado parte de nuestra vida durante muchos años, el Messenger.
Yo la verdad es que después de haber visto en la misma semana a dos personas usando un discman, tenía la esperanza de que lo vintage volviera todavía más fuerte, con sus Nokia 3210 y, evidentemente, el sonido de los zumbidos del MSN, o por qué no, los estados con letras mayúsculas y minúsculas, cada una de un color distinto.
Pero no, cualquier esperanza de volver a ver el icono del Messenger en mi escritorio se ha desvanecido en estos días.
Es verdad que desde hace algo más de un año solo se puede usar esta plataforma de comunicación en China, ya que desde marzo del año pasado desapareció de los ordenadores y teléfono del resto de países. Pero ahora es el momento de decirle adiós definitivamente, de guardar ese icono en nuestros recuerdos o acudir a Google Images cuando se nos difume en la memoria.
El Messenger formó parte de la vida de no solo una generación, sino de varias, de esas que hoy hablan por WhatsApp y al ver que la otra persona ha leído el mensaje pero no le contesta, añoran ese clic en el icono de zumbido.
Muchos al llegar del colegio o instituto nos plantábamos delante del ordenador familiar y esperábamos a que el resto de amigos comenzara a conectarse.
En esa pantalla podían concentrarse toda clase de especímenes agrupados en diferentes grupos o categorías. Por ejemplo, estaban los de “No disponible”, que de verdad estaban al otro lado de la pantalla pero se hacían los interesantes. Luego los de “Vuelvo enseguida”, que mejor podría haber sido un “Vuelvo mañana”. Los “Conectados”, esos viciados (sí, digamos la palabra) que vivían esperando ver quién se conectaba y quién no.
Pensábamos en lo empalagoso que podría ser una persona que ponía su estado todo lleno de corazones y letras de colores, proclamando su amor por Menganita a los cuatro vientos (y si es que sino hacías esto, es como si no tuvieras novia/novio). Pero también es verdad que nos fastidiaba si nuestro maromo de turno no ponía un corazón entre nuestras iniciales.
En este punto podía hablar de aquellos estados en los que se intercalaban muchas H entre las letras de cualquier palabra, y se añadían como una coletilla más al final de otras. Pero mejor me lo voy a ahorrar, que todos sabéis por donde voy.
No volverá a haber esos momentos en los que tu vida pendía de un hilo al elegir la foto de avatar, aunque apenas se veía porque era más pequeña que una foto de carnet. Y es que reconócelo, elegir la foto de Facebook no es ni la mitad de divertido.
Recuerda cuando te añadían a conversaciones de grupos en las que, de 45 personas, solo conocías a una. Y en ese momento te debatías entre abandonar como un cobarde (o borde simplemente), leer todo lo que escribían los demás participantes (algo que te honraría por tu paciencia) o soltar alguna gracia que no venía a cuento de nada y la gente prefería ignorar. Es verdad que esto pasa en WhatsApp también, pero se silencia el grupo por los próximos 100 años, y sin problemas.
Y todo esto, ya solo será un recuerdo.
Ahora contamos con sus “primos” en nuestros ordenadores, tablets y smartphones. Tenemos WhatsApp, Line, Telegram y, como no, Skype, entre otras muchas aplicaciones. Esta última es en lo que terminó convirtiéndose MSN, pero centrándose en las llamadas y videollamadas, su punto fuerte.
Pero no será lo mismo, porque el MSN marcó una época; porque fue el comienzo de esas parejas que hoy inundan tu muro de Facebook con las fotos de su boda, porque era donde hablabas de madrugada con tus compañeros de clase para intentar acertar las preguntas del examen del día siguiente, porque tenías que actualizar tu estado con lo que hoy serían frases de Paulo Coelho, porque nos dejó la Comic Sans…
¿Será que nos vamos haciendo mayores, e igual que desapareció el walkman, desapareció el MSN? Aun así, menos mal que a mí me siguen pidiendo el DNI para entrar a los pubs.