Esta vez no voy a hablar de aplicaciones, wearables o marketing. Voy a contaros algo que quiero compartir con vosotros.
Vuelvo a casa. Vuelvo a Madrid. Bueno que Madrid, vuelvo a Alcalá de Henares.
En unos días volveré a coger el bus número 2 para ir desde mi barrio a la estación de Cercanías, y lo curioso es que seguramente siga el mismo conductor que hace unos años también hacia el mismo recorrido, aunque esta vez mi destino era la universidad (parece que fue ayer cuando terminé…)
Dejo Londres.
Después de casi dos años y medio dejo su caos, sus prisas, sus interminables horas en el transporte público, sus enormes distancias y la idea de que todo lo que esté al sur del Támesis, está fuera de Londres.
Dejo los EAT, los Pret a Manger y cualquier sitio de baguettes (que no de bocadillos), que crecen como setas por esta ciudad.
Dejo los enormes cafés y los frappucinos (bueno puede que esto tal vez no).
Dejo el no saber qué es una caña y que te atraquen cada vez que vas a un restaurante español y miras el precio de una tapa.
Pero no olvidaré Londres.
Ni sus enormes e imponentes edificios, ni sus mercadillos, especialmente el de Camden en el que tantas veces he regateado por que bajaran una libra en el puesto de comida china.
Tampoco olvidaré sus restaurantes, porque aunque es verdad que la comida inglesa en sí no es de las mejores del mundo, sí es verdad que en Londres puedes disfrutar de la comida de casi cualquier rincón del planeta.
Tampoco olvidaré las tardes soleadas a orillas del Támesis mientras veía como se habría Tower Bridge para dejar pasar al barco de turno.
Seguro que tampoco olvido todo lo que he aprendido en esta ciudad, que son muchas cosas, aunque creo que podría sintetizarlo en esta sencilla frase:
Con esfuerzo se consigue todo.
No importa la de veces que tengas que “pringar”, la de veces que las cosas no salgan cómo tú querías, porque al final todo llega si uno se lo propone.
No voy a decir que esta ciudad ha sido fácil, porque no lo ha sido, y muchas veces he llegado a sentir esa sensación de tirar la toalla, de pensar en comprar un vuelo de vuelta a España y que esto se acabará. Pero al final hay algo por dentro que te dice que te quedes, que todavía no te tienes que volver. Aunque para mi ese momento ya ha llegado.
Tampoco olvidaré a toda esa gente que se ha cruzado en mi camino en esta inmensa ciudad. A los compañeros de trabajo, de casa, a la gente que he conocido en charlas o simplemente en la cafetería del Google Campus. De cada uno de vosotros he aprendido algo.
Londres es una ciudad que puedes llegar a querer y a odiar a la vez. Puedes quererla en sus días más soleados y puedes odiarla cuando no para de llover a lo largo de una semana. Puedes quererla cuando ves la diversidad que hay por sus calles y nadie hace ni dice nada al respecto porque aquí todos somos iguales; y puedes odiarla cuando ves que eso hace que cada uno vaya precisamente a lo suyo.
Ahora que se cierra este capítulo y hago balance de esta experiencia, creo que el hacer las maletas y venir a esta ciudad, fue la mejor decisión que pude tomar en mayo de 2012.
A todos los que os quedáis por aquí, seguro que nos volvemos a encontrar en algún otro momento, aunque no sabemos dónde 😉
A los que estáis por España, nos vemos pronto.